martes, 2 de junio de 2009

La prima de la Pinkstone

La prima de la Pinkstone
Por la mañana, a Sara la despertó la alarma de su móvil. Eva ya no estaba y Shio-Lin seguía durmiendo plácidamente en su cama. Sara se estiró antes de levantarse y buscó en su armario su uniforme de C.W.S. Después de vestirse y peinarse, preparó su mochila y se dispuso a salir. Pero antes se miró al espejo. Se encontró extraña al verse con la chaqueta azul de estilo masculino, ceñida a la cintura, la camisa blanca, la corbata de color roja a rayas doradas, la falda negra por encima de la rodilla y las botas altas, del mismo color que la falda. Se veía muy extraña. Nunca había llevado uniforme. Se colgó la mochila al hombro y salió, no sin antes haber despertado a Shio-Lin.
En el comedor se encontró con Lena y su hermano Richard. La joven observó que la mesa que la noche anterior había visto vacía, ahora estaba repleta de manjares: pan, queso, jamón, fruta, pasteles, zumos, yogures, tartas … de todas las clases posibles, tantos tipos posibles para elegir que casi agobiaba. Ella jamás había visto tanta comida junta. Lena y Richard ya habían cogido su desayuno y estaban devorando sus respectivas tostadas. Sara dejó la mochila al lado de su silla y fue a por algo de desayuno. Le apetecía un trozo de tarta de manzana, pero cuando llegaba se dio cuenta de que ya no quedaba. Alexander se llevaba el último trozo. Sara suspiró y se quedó mirando con lástima el trozo de tarta.
-Buenos días, Sara - la saludó Alexander -. Umm, por tu cara diría que te he quitado el trozo de tarta que tú quieres.
Sara se rió. El joven había dado en el clavo.
-Pues sí. Tiene una pinta deliciosa.
-Tienes toda la razón, está deliciosa. Creo que es lo único que he echado de menos de C.W.S.. Pero creo que podré estar un día más sin saborearla. Toma - dijo Alexander, pasándosela a Sara con cuidado -. Disfrútala porque mañana no seré tan compasivo.
-Gracias, Alex - le dijo ella, agradecida.
-Alex … - repitió él, pensativo -. Suena bien. Me gusta - dicho esto, fue en busca de otra tarta.
Después de llenar sus platos de comida, Sara y Alexander se sentaron con los hermanos mellizos.
En ese instante hizo su aparición en el comedor la “Reina de C.W.S.” seguida por su séquito de perritas falderas.
Sara nunca había visto a alguien llevando un uniforme con ese estilo. A su lado, Sara, parecía una piltrafa.
Ella era Pinkstone, Alexa Pinkstone. La hija de Seth Stone, un hombre que había comenzado con una pequeña empresa y había acabado como un magnate de los negocios en poco tiempo. Aunque el apellido de su padre fuera Stone, ella no era Stone: era Pinkstone. Una prueba más de su forma de ser. Para ella, C.W.S. era casi como su casa, aunque echaba de menos el Diamont High School, su antiguo colegio, también elitista.
Toda chica pija que se preciara, tenía que ser amiga de Alexa Pinkstone. Aunque para Alexa, aquellas chicas, no eran más que su cortejo de reina. Pero Alexa si que tenía una amiga de verdad, la única pija que estaba a su altura: Mirela. La familia de Mirela había sido una familia con suerte, con mucha suerte. Primero habían recibido una herencia y después ganaron una auténtica millonada en la lotería. La mayoría de estos millones fueron invertidos en bolsa por su padre. Y acabaron triplicándose. Demasiada suerte. Sin duda alguna, lo que cientos de chicas de todo el mundo sueñan.
Sara siguió con la mirada a Alexa, hasta que la “reina” se sentó. Sacudió la cabeza. Estaba claro quien mandaba en aquella escuela.
-Ya ha llegado la reinita - masculló Alexander.
-¿Tú la conoces? - le preguntó Sara.
-Sí, por desgracia. A ella y a Mirela - contestó él, señalando a Mirela, que acababa de entrar seguida de cinco perritas falderas que se reían escandalosamente, atrayendo todas las miradas del salón -. Fui con ellas el curso pasado. Por suerte para mí, he repetido.
-Vaya. No sabía que eras repetidor.
-No me arrepiento. Es mejor. Así conozco a más gente y me quedaré aquí un año más, comiendo tarta de manzana.
Sara se rió. Le parecía increíble que Alexander se tomara el haber repetido con tanto humor. Al poco tiempo llegó Mario, y poco después Shio-Lin. Todos charlaron mientras desayunaban. Sara se percató de la tensión existente entre Mario y su compañera de cuarto. No podía evitar preguntarse que había ocurrido entre ellos.
Cuando quedaba un cuarto de hora para que fueran las nueve, Lena empezó a meterles prisa porque si no, no llegarían a la hora al salón de reuniones. No tuvieron más remedio que hacerle caso a Lena y ponerse en marcha. Llegaron de los primeros y pudieron elegir una fila para sentarse todos juntos. Sara se sentó junto a Lena, que era tan charlatana como su hermano. Y, como no, Alexander se sentó a su otro lado. Pudo ver que como Shio-Lin fijaba en ellos sus ojos rasgados, centelleando de ira. Sara no sabía que podía ver la asiática de malo en que fuera amiga de Alexander.
Poco a poco, el salón se fue llenando y, a las nueve en punto, exactamente, aparecieron en la tarima el director y los profesores de C.W.S.. El director soltó un discurso del que Sara no escuchó nada, ya que Alexander no dejaba de susurrarle bromitas al oído y ella tenía que reprimir la risa. Después del discurso, comenzaron a llamar a los alumnos por orden alfabético para entregarles su horario de clases y actividades extraescolares, que habían reservado antes de llegar al colegio.
No tardaron mucho, relativamente. A las once tenían que estar ya en su clase correspondiente. Alexander y Sara se fueron juntos a su clase de historia. Mario, Richard y Lena hacían el bachillerato de ciencias y Shio-Lin el de artes. Mario y Shio-Lin eran los únicos del grupo que hacían segundo. Mientras Sara iba a clase, guiada por Alexander, se fijó en que por el pasillo había visto a Eva, su otra compañera de cuarto.
Eva también había estado en el salón y había recibido su horario. Se dirigía a su primera clase, la de español. Cuando entró, supo exactamente a dónde dirigirse: última fila, junto a la ventana. Siempre en el mismo sitio. Pero había una mochila al lado de la mesa, pero nadie estaba en la mesa. Una sonrisa malvada cruzó su rostro. No se lo pensó. Le dio una patada a la mochila. Mandándola dos mesas más lejos. Se sentó en su sitio y esperó.
Al poco rato fue una chica hacia ella, con expresión enojada. Era castaña, con el pelo rizado, de ojos claros. Tenía una cara bonita, pero desentonaba un poco su nariz regordeta.
-¿Por qué estas sentada aquí? - preguntó casi gritando la chica.
Eva hizo una pompa con el chicle y la explotó, con calma.
-Es mi sitio.
-No. No lo es. Yo estaba aquí antes.
-No estabas. Solo tu ridícula mochila.
-Pues ya está. Está mi mochila. Además este sitio no es tuyo. Ni siquiera pone tu nombre - añadió en tono infantil.
-¿Qué no pone mi nombre? - preguntó Eva, sacando una pequeña cuchilla y escribiendo en letras bien grandes su nombre en la mesa de madera -. Ya está. Ya pone mi nombre. ¿Contenta?
La chica la miró atónita.
-No sabes con quien te estás metiendo. Soy prima de Alexa Pinkstone.
-Como si me dijeras que eres prima de la cerdita Peggi. Me da igual - le gritó a la cara a la chica, separando las palabras.
La chica, tras lanzarle a Eva una mirada cargada de ira, recogió su mochila y buscó otro pupitre donde sentarse.
Enseguida entró la profesora de español. Era una mujer joven, rubia de bote y de ojos de un tono azul profundo. Eva se preguntó cuántas más rubias de bote iba a tener que soportar en aquella estúpida escuela. Era atractiva, serena y, algo en su expresión, denotaba que iba a ser una profesora dura. La profesora se presentó, su nombre era Sylvi Morrow, y después pasó lista. Al ser la primera clase, no empezó a dar clase, sino que les explicó como iban a trabajar, lo que iban a dar … Eva no había fallado: era realmente dura. Tocó el timbre y todos salieron del aula; todos menos un chico pecoso, con granitos y al que le sobraban un par de kilos. Éste se acercó a la profesora. Mientras salía del aula, Eva supo que él iba a ser el típico alumno empollón que siempre hace preguntas raras y retorcidas a los profesores.
Entre clase y clase había un break de diez minutos. La joven macarra se dirigió al taller, donde tenía su siguiente clase. Tuvo que consultar el plano que había tras su horario, pues preguntar al la gente no era lo suyo. Torció una esquina, mientras miraba al plano y chocó contra alguien.
-¡Qué asco! - exclamó una voz estridente con un tono que Eva identificó enseguida: una pija -. ¡Me has tocado!
Eva levantó la vista del plano para encontrarse frente a Alexa Pinkstone. Las dos pusieron la misma cara de asco y repulsión.
-Tranquila. Yo te tengo más asco - soltó Eva.
-Ésta es la que te he dicho - dijo otra voz. Era la chica de la clase. La prima de Alexa Pinkstone.
-¡Ah!¿Así que tú eres la que le ha quitado el sitio a mi prima?
-¡Oh!¡Qué miedo tengo! La niñita se lo ha contado a su primita mayor para que la defienda.
Entre los alumnos se había empezado a formar un corrillo. Aquello solo podía acabar en pelea.
-Mira, niñata, no sé qué te habrás creído que es este colegio, pero, desde luego, yo no voy a dejar que tú lo fastidies - dijo Alexa.
-Bonito discurso. Te ha debido de costar mucho encontrar las palabras para expresarte. Tengo una duda, ¿has sido siempre tonta o solo lo eres desde que te teñiste?
-Mira… - Alexa estaba roja de ira, y no sabía el nombre de su “enemiga”.
-Eva. Y ¿tu nombre cuál es, pijita?
-¿¡¿No lo sabes?!? - exclamó la prima -. Ella es Alexa. La reina de C.W.S.
-Habla cuando te pregunte, lame culos.
-No le hables así a mi prima.
-¿Esto es entre nosotras o por tu primita querida? - preguntó Eva, divertida. Le encantaban las peleas, los escándalos. En esa situación estaba en su salsa.
-Por mi prima - le contestó Alexa.
Eso no le gustó tanto a Eva, así que se dio la vuelta para marcharse.
-Anda y que te jodan - le dijo.
-Jódeme tú, no te digo - masculló Alexa. Eva la escuchó a pesar de los murmullos de los chicos y chicas que les hacían corrillo.
Se volvió hacia ella y le cogió un mechón de pelo, con fingida delicadeza, para susurrarle al oído:
-Ya sé que te traigo loca y que eso te encantaría.
Entonces se fue. El corrillo comenzó a dispersarse, ya no había nada que ver. Alexa estaba roja a causa del enfado. Permaneció de pie, en el mismo sitio, quieta. Se pasó los dedos por el mechón de pelo que Eva le había tocado. Soltó un gritito al ver que los dedos se le pegaban al pelo y otro grito más fuerte al ver que Eva le había pegado un chicle en el pelo.
-¡Eva!¡Esto es la guerra! - gritó en medio del pasillo.
Algunos, los que no habían visto nada entre ellas, la miraron asustados y extrañados. En la puerta del taller, Eva, que había oído las palabras de Alexa, sonrió satisfecha. A lo mejor, estar allí tenía algo de bueno: putear a Alexa Pinkstone todo el curso.

Aquel día solo tuvieron dos horas, después ya les dieron libre a todos. Después de comer con sus nuevos amigos, Sara se fue con Lena a dar una vuelta por todo el colegio. Sin dudas para Sara, Lena era una chica fantástica y le habría gustado tenerla como compañera de habitación. Porque con Eva no había tenido ningún trato y Shio-Lin… Con Shio-Lin las cosas estaban un poco tensas dentro del grupo. No hablaba ni con Mario ni con Alexander y con Lena y Sara no tenía mucho trato. El único con quien hablaba era Richard.
Sara seguía pensando en sus nuevos amigos cuando volvió a la conversación que estaba teniendo con Lena.
-Y esto es el ala este. Aquí hay dos grandes salones para fiestas. Los puede alquilar todo el mundo, siempre y cuando te lo puedas permitir.
-Umm. ¿Por qué hay dos? ¿Es qué no basta solo con uno?
-Uno es relativamente más pequeño que el otro. Ahora estamos en la planta del más grande. En la de arriba está el “pequeño”, que es el que suele alquilar Alexa Pinkstone para sus fiestas.
-¿Alexa da fiestas?
-Oh, sí. Cuando tu te fuiste ayer a dormir, Alexander y Mario estuvieron contándonos sus “batallitas” en las fiestas de Alexa. Seguro que a la semana que viene ya dará una. Aunque no creo que nosotras seamos invitadas. Sólo invita a “la crem de la crem” y a su selecto circulito de amigas.
-Psss. Si no me invita a mi me da igual, no paso ninguna pena por no ir a la fiesta de una niña rica.
-Pero… si deja llevar acompañante tú seguro que entrarás. Alexander te llevaría de pareja.
-¿Alexander? ¿Alexa invita a Alex?
-Sí. Pero no me preguntes por qué, porque no lo sé.
-¿Dices que Alexander me llevaría? - preguntó Sara, al darse cuenta de lo que Lena le había dicho: “Alexander te llevaría de pareja”.
-Sí, claro. Le gustas. Anda embobadito contigo. No me digas que no te habías dado cuenta.
-Pues… no había pensado en ello.

Alexa iba andando por los pasillos con un montón de sobres plateados en las manos y, por muy raro que pareciese, iba sola. Solamente iba sola cuando tenía un proyecto especial entre manos, como en esa ocasión. Tenía que repartir las invitaciones para su fiesta. Estaba buscando nuevas personas para su circulito y la fiesta era la mejor ocasión para conocerlas y saber si podían entrar en él. Vio a lo lejos a Mario y a Alexander, parecían estar discutiendo. Pero a ella no le importaba que discutieran se metió entre ellos con su mejor sonrisa.
-Alexander, cielo. Mario, encanto - los saludó, dándoles dos besos a cada uno -.¿Cómo estáis? No nos vemos desde el curso pasado. ¿Qué tal el verano?
Los dos se limitaron a decir un bien, con fingido entusiasmo. Ni ellos querían hablar con Alexa mucho rato, ni ella quería escucharles.
-Tomad, las invitaciones para mi fiesta. Y, chicos, una preguntita. Esa chica nueva que va con vosotros, ¿cómo se llama?
-Sara. ¿Es qué quieres invitarla? - preguntó Alexander, a la defensiva.
-La he visto de lejos y me ha causado buena impresión. ¿Sabéis dónde la puedo encontrar?
-Está dando una vuelta por la escuela, sería difícil que coincidierais - contestó Alexander, con frialdad. No se fiaba mucho de Alexa.
-Si quieres te digo cual es su cuarto y le pasas la tarjeta por debajo de la puerta - propuso Mario.
Alexander le lanzó una mirada envenenada, pero ya era tarde. Alexa se llevaba a Mario, agarrada de su brazo.
-Adiós, Alex - se despidió Mario, mientras Alexa lo arrastraba -. Nos vemos a la hora de la cena.
Alexander se quedó de brazos cruzados, quieto y enfadado. ¿Por qué iba a querer Alexa a Sara en su fiesta? No la conocía de nada. Pero así era Alexa, si tenía algún capricho, lo conseguía. Aunque esa vez, Mario se lo había puesto más fácil.
-Hola, A - lo saludó una voz a su espalda.
Se volvió, sabiendo ya a quién se iba a encontrar.
-Hola, Daniel. ¿Cómo vas?
-Bastante bien, gracias. No tengo mucho tiempo porque he quedado con una chica. Solo he venido a decirte que, si todo va bien esta noche, llevaré la primera.
-¿Ya llevarás una? Eres un capullo.
-Ponte las pilas o este año te ganaré yo.
-Pero si el curso acaba de empezar - protestó Alexander -. ¿Te las quieres cepillar a todas en el primer trimestre?
-Eso estaría bien. Adiós, A.
-Adiós, Dan.

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